[..] En el tantra del dzogchén 
El rey que todo lo crea (Kulayaraja tantra),
podemos leer:
«La (naturaleza de la) mente es la creadora de todo el samsara y el nirvana:
¡es a este "rey que todo lo crea" al que es nece­sario conocer!»
En general se explica que transmigramos en la visión impura e ilusoria del samsara, pero en reali­dad es sólo nuestra mente la que transmigra. Y es precisamente (la naturaleza de) nuestra mente, purificada, la que se descubre en el estado puro de la Iluminación. La (naturaleza de la) mente es en verdad la única base o raíz de todo: del samsara y del nirvana, de los seres que sienten y de los Ilu­minados.
¿Cómo comienza la existencia cíclica condicio­nada en la visión impura del samsara? La natura­leza o esencia de nuestra mente —o sea, nuestra propia capacidad cognoscitiva— es totalmente pura desde el origen. Ahora bien, los obstáculos temporales asociados al "des-Conocimiento" impi­den el "re-Conocimiento" (de) nuestra verdadera condición, o sea, el "auto-re-Conocimiento" (de) la pura Presencia no dual o "Presencia absoluta"
inherente a la naturaleza de nuestra mente. Care­ciendo del "re-Conocimiento" (de) esta condición, surgen los pensamientos ilusorios y los impulsos a la acción causados por las pasiones. De este modo acumulamos acciones negativas y, puesto que la maduración del karma es inevitable, como resul­tado de ellas transmigramos de uno a otro de los seis estados de existencia samsárica, experimen­tando todo el sufrimiento que ello produce. 
En re­sumen, la carencia del "re-Conocimiento" (de) nuestro estado original de pura Presencia no dual es la causa de la transmigración en la existencia cíclica condicionada, 
que nos hace esclavos de innumerables ilusiones y distracciones. 
 
En efecto, condicionados por la mente, adquirimos un pode­roso hábito de realizar acciones ilusorias.
A su vez, el puro estado de Iluminación es (la naturaleza de) nuestra mente (auto-re-Conocida como tal) y no algo que nos llega desde el exterior, como, por ejemplo, algún tipo de luz enceguecedora. En efecto, si "re-Conocemos" nuestro estado primordial de pura Presencia no dual, puro desde el origen aunque haya estado temporalmente vela­do y obstaculizado, y continuamos en este "re- Conocimiento" sin distraernos, todas las impure­zas se disuelven: ésta es la esencia de la Vía. El perseverar en el "re-Conocimiento" (de) la natura­leza de pureza total del Estado primordial va haciendo a este "re-Conocimiento" tan estable que finalmente lo poseemos para siempre (y nos encontramos total e irreversiblemente "liberados de impurezas"). Es a este Conocimiento definitivo o definitiva pura Presencia no dual (de) nuestra verdadera condición original al que se le da el nombre de nirvana.' En consecuencia, la Ilumina­ción no es más que (la naturaleza de) nuestra mente purificada (de todas las impurezas temporales de error).
Por esto Padmasambhava ha dicho:
«(La naturaleza de) la mente ha creado tanto el samsara como el nirvana:
más allá de ella no existen ni el uno ni el otro».

Comprendiendo que la (naturaleza de la) mente es la raíz tanto de la existencia cíclica condiciona­da como de la Iluminación, podemos alcanzar la certidumbre de  que el carácter aparentemente con­creto de los fenómenos materiales y de los seres que sienten no es más que una visión ilusoria de nuestra mente. En efecto, a causa de los diversos karma acumulados, los varios tipos de seres sensi­bles tienen distintas visiones ilusorias, que son tan irreales como el color amarillo que un enfermo de bilis" percibe en una concha marina de color blan­co. 
Si los representantes de los seis estados de existencia samsárica se encontrasen a la orilla de un río, a causa de sus seis distintos tipos de karma ese mismo río se le presentaría a cada uno de ellos de una manera diversa: 
el representante de los (seres de los) "infiernos de fuego" vería llamas,
mientras que el de los (seres de los) "infiernos de hielo" vería hielo; 
el representante de los "espíritus famélicos" vería sangre y pus; 
el de los animales acuáticos, un lugar para vivir; 
el ser humano vería agua para beber; 
el representante de los semidioses, armas; 
el de las divinidades, finalmente, vería néctar. 
Este ejemplo se utiliza para ilustrar el hecho de que no existe ninguna realidad concreta y objetiva.
En consecuencia, conscientes de que la raíz del samsara no es otra que la mente, deberíamos dedicarnos completamente a erradicarla. De manera similar, re-Conociendo la (naturaleza de la) mente, que constituye la esencia de la Iluminación, uno se libera. Habiendo así obtenido la certidumbre de que la (naturaleza de la) mente es la base única tanto del samsara como del nirvana, debemos tomar la decisión de practicar.
Este trabajo consiste en mantener continuamen­te, sin distraernos, la (patencia de la) pura Presen­cia no dual que constituye la naturaleza de la men­te. Si queremos detener un riachuelo, debemos bloquearlo en su fuente: al hacerlo, su curso se detendrá automáticamente. Si intentáramos blo­quearlo en la desembocadura, en cambio, no logra­ríamos nuestro objetivo. De igual manera, si que­remos erradicar el samsara, debemos extirpar su raíz: nuestra mente (dualista), que lo creó y que lo sigue creando a cada instante. En efecto, no hay otra forma de liberarnos de la existencia cíclica condicionada, ni otro modo de purificar los obstá­culos y los sufrimientos debidos al karma ne­gativo, cuya única causa es también nuestra mente (dualista). Si esta última no se extirpa, no importa cuántos actos virtuosos realicemos con el cuerpo y con la voz, no obtendremos más que beneficios temporales (y, puesto que la raíz de los impedi­mentos kármicos todavía se encontrará dentro de nosotros, probablemente volveremos a acumular­los). Esto sería lo mismo que podar un árbol en vez de arrancarlo de raíz: en vez de secarse, el árbol volvería a crecer hasta alcanzar su tamaño anterior.
Para conquistar un reino no basta con subyugar 
a algunos miembros de la corte 
o a una parte de la población; 
es necesario someter también al rey. 
Del mismo modo, 
si (la naturaleza de) nuestra mente —el "rey que todo lo crea"— 
no se encuen­tra en su estado auténtico, 
aunque apliquemos los métodos tántricos de "desarrollo" y "perfecciona­miento" 
y recitemos innumerables mantra,  
no estaremos en la vía a la liberación total.
 
Si no man­tenemos la pura Presencia no dual sin distraernos y nos dejamos comprometer emocionalmente con la distracción y la ilusión (siendo, en consecuencia, arrastrados por nuestros pensamientos), jamás nos liberaremos de la ilimitada cadena de la existencia cíclica condicionada. Pero si mantenemos la Pre­sencia (de) la verdadera condición o naturaleza de nuestra mente, de modo que dicha naturaleza no sea ocultada por la distracción y nuestra mente no sea condicionada por la ilusión y en general por las fuerzas que actúan en su interior, contendremos en nosotros la esencia de todas las enseñanzas y de todas las vías. En efecto, todos los fenómenos de la visión dualista, tales como el samsara y el nir­vana, la felicidad y el sufrimiento, el bien y el mal, surgen sólo de la mente y no tienen otro origen. Por esto se dice que la no distracción (con respecto a la naturaleza) de la mente, (que disuelve la raíz de la ilusión, que es la mente), es la base de todas las vías y el punto fundamental de la práctica.
Siguiendo la profunda vía de la pura Presencia no dual, más allá de toda distracción, los Budas del pasado consiguieron la Iluminación, los realizados del futuro obtendrán la Iluminación, y quienes se realizan actualmente alcanzan la Iluminación. Todos los realizados se basan en la pura Presencia no dual, pues no existe otro modo de obtener la Iluminación: el "re-Conocimiento" de nuestra ver­dadera condición y la continuación de la Presencia (de) ésta es la esencia de todas las vías, la base de . todas las meditaciones, la finalidad de todas las prácticas, el extracto de todos los métodos secretos y la clave de las enseñanzas más profundas. Por lo tanto, a toda costa debemos mantener la pura Pre­sencia no dual de manera continua, sin distraernos.
Esto significa que no debemos seguir el pasado ni anticipar el futuro y, sin dejarnos comprometer emocionalmente con los pensamientos ilusorios que surjan en el momento presente, debemos vol­vernos hacia el interior y "re-Conocer" la verdade­ra naturaleza de todo lo que se manifieste en nues­tra mente, dejando en su propio estado todo lo que aparezca, más allá de los límites conceptuales constituidos por el pasado, el presente y el futuro. Sin dejarnos condicionar por las impurezas consti­tuidas por los conceptos y en particular sin intentar determinar cómo es nuestra verdadera condición —(o sea, sin juzgar) si ella existe o no existe, si es algo positivo o negativo, etc.— debemos perma­necer en dicha condición, sin corregirla.

El Estado primordial de total perfección (dzogchen) no se encuentra dividido por los límites que separan el pasado, el presente y el futuro (pues dichos límites son impuestos por la mente sobre un territorio que se encuentra libre de ellos). Sin embargo, quienes comienzan a practicar no tienen todavía el re-Conocimiento (de) este Estado y encuentran difícil despertar en ellos dicho (re- Conocimiento). 
Por lo tanto, es muy importante que no se dejen distraer 
por los pensamientos que se refieren a los "tres tiempos". 
Ahora bien, si, con la intención de que ellos no le distraigan, uno intenta eliminar todos los pensamientos concen­trándose en la búsqueda de un estado calmo o de placer, debe percatarse de que está incurriendo en otro error, pues dicha concentración en sí misma no es más que otra estructura conceptual. [..]

La verdadera libertad en la cotidianidad.


La verdadera libertad
no reside en: 
"hacer lo que uno quiere en todo momento", 
sino en la capacidad,
que confiere
la presencia de la conciencia responsable,
permitiendo "no hacer o dejar de hacer",
todo lo que a uno
le pasa por la mente a cada instante,
y que lo distrae o distancia 
de las verdaderas ocupaciones,
que en lo mas profundo del corazón 
cada cual sabe que son su prioridad.

Aunque estas, por lo general 
son las que aparentemente pueda parecer
que mas esfuerzo cuesten de realizar 
y una sensación desagradable se apodere de cada cual,
nada mas concebir que tiene
que remangarse los puños de la camisa
y sin dilación ocuparse de ellas. 

Es demasiado sencillo y tentador
el sucumbir a la escapatoria fácil 
de: distraerse y postergar 
buscando la satisfacción rápida a corto plazo 


Son estas, las tareas que sin duda 
sabemos que son nuestra prioridad real
y que mas nos cuestan ponernos a realizar,
las que con la mayor presteza 
nos tienen que servir para nuestra practica
y con la mayor relajación realizar sin distraccion
integrando todo lo aparentemente negativo 
que en nuestro foro interno nos aleja 
de ocuparnos de ellas,
aplicando las instrucciones con conviccion, autoconfianza, 
conviene en centrarse en ellas en primer lugar,
no permitiendonos la mas mínima distracción,
y no descansar hasta verla concluida en su totalidad.

Segun mi punto de vista un verdadero yogui dzogchen
nunca postergaria ninguna tarea prioritaria
ya que no caeria en el dualismo de distraerse 
con algo diferente de lo que sabe que es su verdadera ocupación.

Aunque en el caso de que se morara en rigpa
cualquier "hacer" que se generase en este estado
siendo espontaneo "estando bien o todo bueno",
no siempre se está morando verdaderamente en rigpa,
aunque se pueda creer que así es,
con lo cual, 
esta "espontaneidad en el hacer" 
hay que mirarla con lupa,
ya que de otra manera 
estaríamos cayendo en el autoengaño,
poniéndonos unos grilletes mayores
de los que tendríamos 
en el caso de saber 
que aun no comprendemos 
el verdadero significado de las enseñanzas,
"siempre es mas útil
el saber que algo no se sabe,
a creer que se sabe,
y no saberlo".

Además,
nada de lo que se aplica o referencia
cuando se está morando en rigpa,
sobre cualquier movimiento de alguna 
de las tres puertas (mente, voz, cuerpo),
tendría sentido si no se está residiendo* 
en el estado primordial, pura presencia no-dual.

*no me refiero a que el yo, 
la mas absoluta ilusión resida o 
deje de residir en el estado primordial,
claro esta, con estar residiendo 
me refiero a Rigpa, 
el verdadero aspecto no dual de la realidad
y todo el universo,
donde el espúreo sujeto mental, 
el yo, parásito, etc, 
que orquesta el error 
a través de los tres tipos de pensamiento no esta activo.
Dicho esto, tampoco entiendan que no hay pensamientos,
estos siempre surgirán, la fulminante diferencia 
es que todos y cada uno de ellos 
es reGnonocido* como lo que verdaderamente es, 
los pensamientos siempre estarán ahí, 
lo que marcara la diferencia 
es el grado de desarrollo del mecanismo interno 
que tenemos para reconocer su verdadero aspecto, 
lo mencionado y el error son incompatibles.
*[..]reGnociendo 
(o sea, se reconoce más allá
de la dualidad sujeto-objeto y la conceptuación) 
la verdadera condición de estos pensamientos.[..]


El maestro Shri Simha, activo en el siglo VIII,
es sin duda la figura de mayor relevancia en la historia de la introducción del Dzogchen en el Tíbet,
en tanto que fue él quien transmi­tió las enseñanzas del Semde y el Longde al traductor tibetano Vairochana. 

Según el Vairo Drabag, como hemos leí­do,
Shri Simha fue discípulo de Buddhagupta y maestro de la bhikshuríl Kungamo y Vairochana.
Sin embargo, las tradi­ciones del Longde y el Mennagde narran, en cambio,
que fue discípulo directo de Mañjushrlmitra. 
El relato de su encuen­tro según los textos del Mennagde puede encontrarse traduci­do en distintas lenguas occidentales. Resulta especialmente significativo el relato que encontramos en el Puente del vajra del Longde  donde se reiteran ciertos elementos que ya he­mos encontrado a propósito de la historia de Mañjushrlmitra.

A continuación sigue una versión ligeramente abreviada:
Shri Simha se preguntaba si, aparte de los métodos de acu­mulación y purificación que presuponen la necesidad de muchas vidas para realizarse, existían unas enseñanzas que permitiesen comprender la naturaleza última en un instan­te y alcanzar el despertar en una sola vida.
Cuando acu­dió a los eruditos de Nalanda, los panditas expertos en el Mantrayana le dijeron: «Siete generaciones atrás el maestro Mañjushrlmitra planteó la misma pregunta y luego fue al en­cuentro de Garab Dorje. Si ahora te diriges hacia el sur, en la región de Betai Ling, encontrarás al maestro Mañjushrímitra en el pueblo de Pelyon Tamche Jungwa.
¡Él posee lo que tú estás buscando!» 

«¿Es difícil llegar hasta allí? ¿Cuánto tiempo se requiere?", preguntó Shrí Simha. 

«El camino es muy largo y hacen falta alrededor de trece meses para com­pletarlo.
Además, está infestado de yakshas y dákinis mal­vados, serpientes venenosas y bestias feroces.» 

Shrí Simha dudó por un instante y luego preguntó: «¿Existe algún ata­jo?»
«Existe un camino bajo tierra, pero no está falto de pe­ligros porque en él también hay serpientes venenosas y mo­ran espíritus cautivos», le respondieron los panditas.
«¿Y no existe ninguna protección para todo esto?», preguntó Shri Simha,
y los panditas le respondieron: «Para protegerte de las serpientes y los espíritus deberás untarte el cuerpo con un aceite especial llamado maghita y llevar una lámpara de grasa humana. Además, como siempre estarás en la oscuri­dad, necesitarás también una antorcha.»

Con gran esfuerzo, Shri Simha se hizo con todo lo ne­cesario y partió. 
Tras seis meses viajando en la oscuridad y sin encontrar ningún obstáculo, 
llegó al pueblo indicado en la región de Beta Ling.
Allí preguntó dónde se encon­traba el maestro y un aldeano le respondió:
«Sabemos que en nuestro pueblo vive un tal Mañjushrímitra,
¡pero no te­nemos ni idea de qué aspecto tiene!»

Otras personas tam­bién le respondieron lo mismo y, así,
durante todo el sépti­mo mes de su viaje continuó buscándolo por todas partes,
sin encontrarlo.
En una ocasión, 
Shri Simha se encontraba cerca de una fuente 
cuando vio llegar a una anciana en busca de agua 
y le preguntó también a ella si conocía al maestro Mañjushrímitra.
La mujer, sin responderle, 
se dispuso a reanudar su cami­no pero cuando fue a levantar su jarra no pudo despegarla del suelo 
(Shrí Simha estaba usando sus poderes mágicos).
Entonces, la anciana pronunció la fórmula citta abhiprasa la y se abrió el pecho, 
mostrando en su corazón el mandala de las nueve divinidades del ciclo de Yangdag.
Entonces Shri Simha le volvió a preguntar si conocía al maestro Mañjushrimitra y ella le respondió:
«¡Por supuesto! Sólo yo lo conozco: ¡es mi hermano!» 
A continuación se cerró de nuevo el pecho y, 
tomando la jarra de agua, se puso en cami­no hacia su casa, seguida de Shri Simha.
Cuando llegaron a la casa de la anciana, 
Shri Simha vio a un hombre con aspecto de monje y el pelo recogido enci­ma de la cabeza, que labraba su campo empujando un ara­do hacia delante mientras sostenía un yugo sobre la espal­da.
La anciana lo señaló y dijo: «¡Es él!»
Pero Shri Simha, dudando, 
pensó: «El maestro Mañjushrimitra debe tener el aspecto de un pandita o un yogui, 
y este hombre parece un religioso laico normal y corriente.
Aun así, ¿podría tratarse del maestro?»
Al cabo de un rato. Shri Simha le pidió algo de comida al hombre y éste respondió:
«¡Aquí no tenemos comida; ve al pueblo a pedirle limosna a mi mujer!»
Al llegar al pueblo, la mujer de Mañjushrimitra le dijo: «Hoy no tengo tsampa»" y, a continuación, cogió siete gorriones que había compra­do en el mercado y,
después de cocinarlos con todas sus plumas, se los sirvió con arroz.
Entonces. Shri Simha dijo: «Como soy un bhikshu no me está permitido comer carne, 
especialmente la carne de animales que se matan a propósi­to para mí».
Entonces, la mujer exclamó: «¡Muy bien!», y después de poner los siete gorriones en la palma de su mano, 
sopló sobre ellos y éstos salieron volando libremente por el cielo.
Shri Simha pensó: «¡Si esta mujer posee tales pode­res mágicos, 
es posible que aquel hombre sea realmente el maestro Mañjushrimitra!», 
por lo que decidió cerciorarse de ello.
Al llegar el anochecer, como necesitaba encontrar un lugar donde dormir, 
se le permitió quedarse allí.
El hombre con aspecto de monje, que en realidad era el maestro,
no tar­dó en llegar e inmediatamente le preguntó a la mujer:
«¿Le diste de comer?»,
y ella respondió: «Le ofrecí comida pero no la quiso.»
«¡Como él quiera!» añadió el maestro.
Por la mañana. Shrí Simha comenzó a leer en voz alta La red de la manifestación mágica de Vajrasattva.
En un principio, el maestro escuchó sin levantarse, luego se alzó y siguió escuchando hasta que Shri Simha hubo terminado. Entonces, le dijo: «Ya no digamos su significado verdade­ro, ¡pero es que ni siquiera de las palabras comprendes el sig­nificado!»,
y Shri Simha pensó: «¿Será en verdad el maes­tro?»
Más tarde, la mujer regresó del mercado, donde había comprado el brazo izquierdo de una mujer, 
todavía fresco y con cinco brazaletes puestos. 
Lo cocinó y lo sirvió, 
pero Shri Simha exclamó:
«¡Yo soy un bhikshu y no puedo comer car­ne, especialmente carne humana, 
ya sea de hombre o de mu­jer!»
Entonces, el maestro cogió aquel brazo y chasqueando los dedos 
lo hizo desaparecer en el cielo envuelto en un des­tello de luz.
En aquel instante Shri Simha se dio cuenta de que se encontraba ante Mañjushrimitra,
le ofreció un mandala de oro, se postró a sus pies y le circunvaló tres veces.
Entonces le dijo: «¡Te ruego que hagas surgir en mí el conocimiento que tú posees!»
Pero el maestro permaneció en silencio.
Shri Simha repitió el ritual tres veces más, pero el maestro no res­pondía nada.
Desalentado Shri Simha pensó: «El maestro no quie­re enseñarme, será mejor que me vaya.»
En aquel instan­te el maestro gritó en voz alta: « Shri Simha, ¡ven aquí!»
Shri Simha se levantó de inmediato y vio a Mañjushrimitra tumbado en el suelo rodeado de suciedad.
Así que, pensan­do que el maestro quería hacerle barrer el suelo, se puso a limpiar vigorosamente el suelo, hasta barrerlo dieciocho ve­ces.
Al final, completamente exhausto, se puso a descansar.
En aquel momento se dio cuenta de que en la almohada del maestro 
había un fruto de color llamativo y fragante olor. 
Pensando que el maestro quería que lo comiera, 
lo mordió y sintió ocho fantásticos sabores distintos. 
Pero apenas termi­nó de comerlo se sintió mal y empezó a vomitar, 
sintió que perdía el conocimiento y creyó que iba a morir.
Shri Singha
Entonces, por siete veces formuló el siguiente pensa­miento:
«- ¡Aunque muera, no importa!
Al principio, cuan­do el maestro araba el campo llevando el yugo sobre la es­palda.
estaba enseñándome a través de los símbolos, pero yo no lo he comprendido.
- ¡Aunque muera, no importa!
Cuando ha hecho que me sirvieran la carne de aquellas aves,
estaba transmitiéndome el conocimiento a través de aquel símbolo, pero yo no lo he comprendido.
- ¡Aunque muera, no importa!
Cuando he terminado de recitar el texto,
me ha transmitido el conocimiento a través de sus palabras simbólicas, pero yo no lo he comprendido.
- ¡Aunque muera, no importa!
Cuando ha hecho que me sirvieran aquel brazo de una mujer,
estaba transmitiéndome el conocimiento a través de aquel símbolo, pero yo no lo he comprendido. 
- ¡Aunque muera, no importa!
Cuando le he ofrecido el mandala,
postrándome y circunva­lándolo, y el maestro no me ha respondido, 
no he compren­dido lo que simbolizaba el silencio. 
- ¡Aunque muera, no im­porta!
Cuando pensaba en marcharme y el maestro me ha llamado,
me ha hecho barrer el suelo, no he comprendido el símbolo.
- ¡Aunque muera, no importa! Cuando, por últi­mo, me he comido el fruto, no he comprendido el símbolo.
 ¡Por esto, aunque muera, no importa!»

En aquel instante, Shrí Simha se puso a vomitar y reco­bró la conciencia,
miró hacia arriba y vio al maestro de pie a su lado, que le decía:
«¿Qué es lo que quieres?»
«¡Deseo un método que me permita obtener la comprensión en un instante
y alcanzar el despertar en una vida!», contestó Shri Simha.
Entonces el maestro le preguntó:
«¿Pero aún no lo has comprendido?»
«¡No, maestro!», dijo Shri Simha.
«Yo te he enseñado desde el primer momento, 
 Mañjuśrīmitra 
¡eres tú quien no ha comprendido! 
. Cuando araba el campo, 
te he enseñado el significado verdadero de método y prajña. 
. Cuando te han servido la carne de los gorrioncillos, 
a través de aquel sím­bolo te he enseñado la naturaleza última de las seis concien­cias agregadas. 
. Cuando recitabas "La red de la manifesta­ción mágica" 
te he enseñado que todos los fenómenos están más allá de la explicación. 
. Cuando te han servido el brazo de una mujer, 
el hecho de que fuera el izquierdo representa­ba prajña, 
mientras que los cinco brazaletes representaban las cinco sabidurías. 
. Cuando me has ofrecido el mandala, 
te has postrado y me has circunvalado, pero yo he permaneci­do en silencio, 
te he enseñado que todos los fenómenos es­tán más allá de la palabra, 
el pensamiento y la definición.           
. Cuando, al no haber comprendido, 
has decido irte, para pu­rificar los dieciocho elementos sensoriales
te he hecho ba­rrer dieciocho veces el suelo. 
Viendo que todavía tenías obstáculos dualistas, 
tanto profundos como sutiles, ligados a la idea de sujeto y objeto,
te he hecho comer aquel fruto.
Entonces, tu aferramiento por su color y su olor 
simbolizaba el aferramiento que se tiene por los objetos del mundo exter­no. 
Tu aferramiento por su excelente sabor, 
en el momento en el que lo has mordido, 
simbolizaba el aferramiento hacia la mente conceptual 
que constituye el sujeto interno. 
Luego te has sentido mal debido a los obstáculos 
relacionados con la dualidad entre sujeto y objeto, 
pero mientras sufrías has pensado siete veces que no te importaba morir, 
con lo que has purificado los obstáculos y te has curado.»
Entonces, 
Mañjushrímitra le trasmitió el significado de lo sin nacimiento, 
lo ininterrumpido y lo no dual 
pronuncian­do las sílabas simbólicas A, HA, HO, YE,
y Shri Simha tuvo la experiencia del sonido natural
de la condición última de los fenómenos,
que se prolongó durante siete días.

Cuando des­pertó de este estado, vio a su lado al maestro, 
quien para que no olvidara el significado de lo que le había dicho
le trasmi­tió la palabra simbólica abandhara 
Shri Simha compren­dió que significaba: 
«¡Mira hacia el centro del cielo!» 
Así, al alba, mientras los planetas, las estrellas se ponían,
las nubes y la oscuridad se desvanecían, 
dirigió la mirada ha­cia el espacio delante de él, ni arriba ni abajo. 
Comprendió entonces que, 
al igual que el espacio no está producido por causas
y no depende de condiciones para manifestarse, 
ni puede identificarse de ningún modo, 
del mismo modo la na­turaleza verdadera de la mente no está producida por causas 
no depende de condiciones y carece de toda substancia
que pueda limitarse en una definición. 
Shri Simha obtuvo así el siddhi supremo y, como consecuencia, 
también los siddhis comunes,
purificando todo su karma y sus correspondientes huellas residuales.»

´