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[..]¿Cuál es el significado del género de la dakini?
Este es el principal enigma de su manifestación, y a lo largo de los próximos capítulos, irán apareciendo reflexiones sobre esta pregunta. En las anteriores interpretaciones de la dakini, como las influidas por la psicología Junguiana y por el feminismo, su género ha sido el fac­tor predominante. En las versiones Junguianas, su género femenino adquiere un carácter abstracto, esencial y androcéntrico. Las aportaciones feministas son muestra de la reacción ante el carácter substancial previamente atribuido a las cues­tiones de género, si bien no hacen más que perpetuarlas, provocando interpre­taciones reactivas que también sostienen un enfoque inadecuado respecto al género de la dakini. Está claro que ninguno de estos dos paradigmas generales aborda a la dakini, en su contexto tibetano, de manera eficaz.
Cuando contemplamos a la dakini como símbolo religioso, su género se vuel­ve más complejo y polivalente. La dakini está, a nivel último, totalmente más allá del género. Como escribió Janice Willis: "'ella' no es del género 'femenino'. Pese a que la dakini aparece mayoritariamente en forma femenina (tanto como deidad femenina, o como mujer), no es más que una de las innumerables maneras que la Visión Superior Absoluta elige para poner de manifiesto su factibilidad". "Ella" es en esencia la vasta e ilimitada amplitud de la vacuidad, la ausencia de existencia inherente de todos los fenómenos expresada simbólicamente como espacio, aquello que no puede ser simbolizado. Pero, en el verdadero sentido vajrayana tibetano, "ella" se manifiesta, a varios niveles, en una forma dotada de género femenino. También se manifiesta en aspectos de la meditación que no tienen una forma provista de género, como en el caso del yoga de la deidad, en la experiencia del cuerpo sutil de la respiración vital en los canales energéticos, y en la experiencia de una transmisión del gurú tántrico.
La dakini es, desde esta perspectiva, más que un símbolo singular y más que una deidad femenina. Representa algo así como un "principio femenino",88 un campo de experiencia espiritual más allá de todo significado convencional, social, o psicológico del género. Este ámbito del principio femenino impregna muchos niveles de la práctica y la comprensión del budismo tibetano, cada uno de los cua­les se integra de algún modo con los otros. Si bien el principio femenino adopta una forma femenina, a nivel último no hay nada específicamente femenino en ello. Más aún, puesto que el término se refiere a la vacuidad, a la ausencia de todo tipo de existencia inherente tanto de carácter ordinario como divino, la palabra principio tampoco se ajusta realmente.
No obstante, esta manera de concebir a la dakini se ve fuertemente desafiada por la afirmación, esencial en la interpretación tibetana, de que todas las mujeres son, finalmente, una expresión de la dakini. Esto crea una situación delicada que con frecuencia se ha interpretado erróneamente. Cuando los tibetanos aluden a todas las mujeres como expresiones de la dakini, es para indicar una visión sagra­da respecto al género. Esta afirmación no es una invitación para convertir a la dakini y su reino en un baluarte feminista. Como el joven lama ñingma, Ven. Tsoknyi Rimpoché, me explicó en una especie de epifanía, "Las mujeres son parte de la daki­ni, las dakinis no son parte de las mujeres;". Y, continuó, los hombres también son emanaciones del principio masculino último. Desde el punto de vista de la visión sagrada, las mujeres son la manifestación que la vacuidad adopta cuando se expre­sa en el ámbito de la forma. Concebir la forma de una manera substancial hace que el observador no perciba la naturaleza esencial de la forma. Por esta razón, la daki­ni es un símbolo. Cuando vemos la naturaleza simbólica de la dakini, tenemos una percepción directa y fresca de la naturaleza de todos los fenómenos.Debido a estas razones, he optado por hablar, a lo largo de mi libro, de lo "femenino" y no del "género femenino". 
El punto de vista tibetano, tal y como yo lo entiendo, es que la noción de género femenino conlleva un sentido de materialidad, de existencia inherente, de ego, de identidad afirmativa personal. Cuando, al hablar de las dakinis, nos referimos al "género femenino", pueden surgir errores en la interpretación. 
En la introducción de la biografía sagrada de Mandarava, Janet Gyatso enfatiza la naturaleza femenina de la gran dakini, y pro­clama que "su género femenino posee, de por sí, una gran relevancia", que era una "heroína por derecho propio". Su interpretación de Mandarava pone de relieve los "temas feministas" de la obra, la subversión del patriarcado, de las estruc­turas de parentesco, del matrimonio, y de las relaciones de poder. Esto impul­só a la genial traductora norteamericana, y devota practicante, a mostrar su desaprobación en un prefacio en el que dice: "Siento que tengo la obligación de mencionar que las visiones y comparaciones que se exponen en la siguiente introducción, no reflejan plenamente mis puntos de vista y razones para traducir este precioso tesoro de revelación. El fundamento de esta discrepancia de opi­niones se centra alrededor de la interpretación del principio femenino y la mane­ra en que se vincula al sendero del budismo vajrayana". En las conversaciones que mantuvimos, la traductora expresó que, en su opinión, Gyatso sostenía una comprensión errónea acerca de las cualidades fundamentales de la manifestación de la dakini Mandarava.
La representación de la dakini con forma femenina tiene un poder simbólico en los significados que revela, pues la dakini es el símbolo de la sabiduría tántrica en el sentido no conceptual. Ella es, específicamente, la subjetividad espiritual interior del practicante tántrico, femenino o masculino, la dimensión cognitiva de la experiencia. Esta subjetividad no es la subjetividad de la identidad personal, de la cual habla el feminismo, la psicología, la fenomenología, o incluso el posmodernismo. Es "subjetividad sin sujeto", una experiencia de la naturaleza de la mente misma, cuando la mente no se concibe como ningún tipo de objeto. No obstante, esta subjetividad sin sujeto no se opone a un contenido. Según el yana del yoga anuttara, todos los fenómenos de la vida humana provista de género surgen del inmenso espacio de esta subjetividad, en la que cada aspecto se percibe como un símbolo intensamente claro, luminosamente vacío, de la naturaleza de la mente. La subjetividad espiritual a la que se accede por medio de la práctica tántrica, ve los fenómenos ordinarios de forma transformada, como la danza de la vacuida.
La voz subjetiva, a menudo es una voz femenina, y para el practicante tán­trico la dakini es la catalizadora interior, la protagonista y testigo del viaje espiri­tual. Al representar la experiencia interior del practicante, une al gurú con el discípulo, al discípulo con la práctica, y a la práctica con su logro. La dakini es, al mismo tiempo, el "otro". Como realidad despierta exterior, que interrumpe el fun­cionamiento de la mente convencional, se la suele percibir como peligrosa por­que es una amenaza para la estructura del ego y sus convencionalismos, y sirve para recordar constantemente a los linajes de los maestros realizados. Actúa fuera de la mente convencional y conceptual, y por tanto, posee la cualidad inquie­tante de una figura iluminar y marginal.
La dakini es más íntima que la lengua o los ojos, pero simultáneamente, se la teme como al "otro", lo desconocido. Al igual que la naturaleza de la mente en la tradición mahamudra, se halla demasiado cerca para ser reconocida, es demasiado profunda para entenderla, demasiado fácil para creer en ella, y demasiado excelente para darle un lugar. Esta es una de las razones por las que la mayor parte de practicantes realizados no la reconocen de inmediato, incluso cuando se halla plenamente presente. La dakini es la esencia realizada más potente de cada ser, el despertar interior, y el regalo de Buda. El encuen­tro con la dakini es el encuentro con el tesoro espiritual del budismo, la expe­riencia de la naturaleza última de la mente en su expresión dinámica de mujer que danza en el cielo, en constante movimiento. Representa la realización de esta naturaleza, así como los medios a través de los que se realiza. [..]

Nyingma Gyübum "Los Cien Mil Tantra Antiguos".


[..] En general, Tantra es una palabra sánscrita usada también en el hinduismo; pero aunque se utiliza la misma palabra, no siempre posee el mismo significado. En las enseñanzas tántricas de la tradición budista, tantra significa nuestra condición real. En sentido real, tantra significa «continuidad», o «continuación». ¿Qué significa continuidad de nuestra naturaleza real? Significa un reconocimiento o comprensión de nuestro nivel de energía.

Por ejemplo, tenemos infinitos pensamientos, tanto buenos como malos. Poseemos también una noción de bueno y malo, pero la raíz de estos pensamientos está relacionada con nuestra energía, una especie de movimiento del pensamiento, cuya fuente es parte de nuestra condición real. Si observamos un pensamiento, ¿dónde se encuentra? ¿dónde va? 

Cuando lo observamos, no podemos encontrar nada.
Lo que siempre encontramos es la vacuidad, la condición real de todas las cosas, el Dharmadhatu.

Inmediatamente después de un pensamiento, surge otro pensamiento. Cuando observamos este segundo pensamiento, éste desaparece y tan sólo encontramos la vacuidad. Inmediatamente después de esto, surgen el tercer y el cuarto pensamiento, y esto continúa infinitamente. Tenemos este movimiento infinito porque poseemos ese potencial, esa energía, en nuestra naturaleza. Éste es el verdadero significado de continuación -continuación de vacuidad y movimiento, energía y movimiento, una y otra vez, sin interrupción. Este conocimiento y comprensión es el principio de la enseñanza tántrica y está sobre todo relacionado con nuestro nivel energético.

Aunque no fue transmitida por el Buda en el nivel físico, esta enseñanza fue transmitida a través de su manifestación. Éste es un rasgo característico de la enseñanza tántrica. Aquellos que siguen este tipo de enseñanza necesitan una mayor capacidad para seguirla y comprenderla. 


El nivel físico es siempre más fácil de entender. Por ejemplo, si vemos llegar a alguien, lo que vemos es su cuerpo físico; no es tan fácil ver el nivel energético de esa persona. Si alguien no poseyera un cuerpo físico, sino que sólo fuera energía o mente, no seríamos capaces de verle. Si lo viéramos significaría que poseemos una capacidad especial. Esto es un ejemplo de como la energía es más difícil de comprender.[..] 
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