[..] Su paradigma es congruente 
con los papeles que aquí se describen. 
Actúa en nombre de las enseñanzas tántricas, 
llevando a cabo las tareas de men­sajera e intermediaria, 
y es la protectora principal de la integridad de 
las enseñanzas y de su transmisión. 

Pero en este papel particular, 
su manifestación tiene aspec­tos adicionales. 
Ella ha de ocuparse, especialmente,
de poner a prueba al yogui o la yoguini 
que ha de recibir las enseñanzas,
examinando la pureza de sus compromisos vajrayana,
 su confianza personal y su convicción interna 
en el estado despierto inherente. 


Los tres aspectos son necesarios 
para que prospere la nueva línea de enseñanzas. 
En última instancia, estos tres no son realmente distintos.
Las dakinis tienen muchos poderes y, 
frecuentemente,
 se hacen pasar por dakinis mundanas y demoníacas, 
con el fin de asegurarse de que el practicante
 está preparado para recibir las enseñanzas que busca. 

Bajo esa apariencia,
 exhiben su ferocidad como devoradoras de carne,
 haciendo rechinar sus dientes o blan­diendo sus armas. 
O pueden crear una serie de obstáculos amedrentadores
 que el practicante tenga que superar
 para demostrar su merecimiento

Sin ayuda,
 los yoguis o las yoguinis 
no siempre tienen éxito.

 Cuando Marpa solicitó de Naropa 
las enseñanzas del linaje de la dakini susurrado al oído, 
unas dakinis precavidas, 
pretendiendo ser devoradoras de carne, 
le atacaron y le hicieron huir. 

Al princi­pio, 
el gurú no hizo nada para ayudar a su discípulo 
pero cuando un Marpa ate­rrorizado pidió protección a Tilopa,
 éste manifestó réplicas airadas de sí mismo,
 y subyugó a las dakinis exigiendo su apoyo. 

Cuando el practicante manifiesta compromiso y confianza, 
se disuelve la furia de las dakinis, 
que se convierten en atentas maestras o devotas estudiantes
Esta pauta, 
establecida con el sometimiento y
 la conversión de las dakinis mundanas, 
se repite con las dakinis de sabiduría 
encargadas de proteger y de confrontar. 
Como dijo a Tilopa la dakini inmaculada
 de la manifestación del nirmanakaya:

Nosotras somos para ti como la mariposa para la vela;
la mariposa espera extinguir la llama,
pero, en cambio, muere en ella.
De la misma manera, 
nosotras esperábamos dañarte,
pero tú nos has vencido.

Las dakinis también se comprometen 
a poner a prueba la pureza 
de los com­promisos del yogui o la yoguini. 

Un momento particularmente revelador 
de este tipo de examen 
es el de la transmisión de las enseñanzas de la
 Esencia del Corazón de las Dakinis
 (Khandro Ñingthik), 
tan importantes en los tantras internos del lina­je ñingma.

 El gran rey del dharma Trisong Detsen
 tenía una hija llamada Pemasel, 
o "loto claro", 
que cayó gravemente enferma y 
murió a los ocho años de edad. 
Gurú Rimpoché acudió inmediatamente junto ella. 

Con el gancho de su con­templación,
 atrapó la conciencia de la niña, 
revivió a la pequeña y 
le dio la trans­misión del Khandro Ñingthik.

 Entonces, 
Gurú Rimpoché anunció a su padre 
que la enfermedad de la niña
 resultaba del karma negativo 
acumulado por un asesi­nato
 cometido en una vida anterior. 
Tendría cinco vidas "impuras", 
en las que expia­ría los efectos
 de este karma maligno, 
y después siete vidas "puras" 
en las que expe­rimentaría las bendiciones que
 Gurú Rimpoché le había impartido.

 Durante estas siete vidas, sería un importante tertón.
En una de estas vidas subsiguientes como hombre, 
Pema Lendreltsel (1291-1313) redescubrió 
las enseñanzas del Khandro Ñingthik, 
pero no siguió la orden de las dakinis de
 mantenerlas en absoluto secreto. 

Cuando se encontró con el Tercer Karmapa
 Rangyung Dorje (1284-1339), 
cedió ante la demanda de éste de ver los
textos terma, 
tomarlos sobre su cabeza a modo de bendiciones y, 
finalmente, 
recibir la iniciación completa. 

Como consecuencia, 
ocurrieron una serie de calamidades 
que condujeron a la temprana muerte del tertón.
Veintiséis años después,
 su sucesor Longchen Rabyam (Longchempa, 1308-1364) 
se enteró de este suceso a través de
 una visión de Vajravarahi quien declaró que,
 si Pema Lendreltsel hubiera practicado estas enseñanzas en secreto,
 habría beneficiado a muchos seres. 
"Pero como no las mantuvo en secreto,
 no pudo consumir la tota­lidad de la duración de su vida". 

Ahora que había nacido como Longchempa, 
la profecía podría continuar.
Longchempa tuvo cuidado de no repetir 
el error de su predecesor. 
Cuando pidió permiso para pasar la transmisión de
 las enseñanzas del Khandro Ñingthik,
 buscó la guía de cinco dakinis distintas que jugaban, cada una, 
un papel en rela­ción a lo auspicioso de la transmisión. 
Ekajati corrigió los detalles litúrgicos, 
Vajravarahi confirmó su identidad como un tertón auténtico, 
Dorje Guiudrón sirvió como su "protectora de la palabra" (kasung),
 Yeshe Tsogyal ayudó en la trans­misión simbólica a la audiencia, 
y la protectora mundana Remati puso a prueba su confianza. 

Después, 
Gurú Rimpoché apareció en una visión rodeado por multitudes de dakinis,
 para conferir los textos tesoro.

Más tarde, 
Vajravarahi se apareció de nuevo ante Longchempa, 
confirmán­dole que sostenía el significado de las enseñanzas,
 pero que debía limitar la guía que a otros ofrecía sobre esta práctica.
 Cuando preguntó a la dakini por qué se le aparecía a él, ella respondió:
Soy una deidad en la que se debe meditar, 
un mantra que se ha de recitar, un objeto de ofrecimiento.


 ¿No comprendes que estoy siempre presente 
ante todos los yoguis y yoguinis 
con compromisos y realización intactos?
 He permanecido contigo,
 en unión indiferenciada, en todos tus renacimientos.
 Debido a que los compromisos de Longchempa y 
de sus discípulos eran fuer­tes, 
Vajravarahi y las otras dakinis
autorizaron la transmisión del Khandro Ñing­thik y 
acompañaron al tertón en el momento de la transmisión. 

También se que­daron allí, 
como protectoras constantes de las enseñanzas,
 durante los meses sucesivos.
 No es necesario decir que la larga, 
dedicada y muy productiva vida de Longchempa 
se caracterizó por su gran respeto y
 resonancia con la multitud de dakinis que le acompañaron.
La dakini también ha de poner
 a prueba la confianza del practicante, 
para descubrir si él o ella
 tiene suficiente convencimiento personal
 en el estado des­pierto inherente, 
un requisito para la realización tántrica. 

Cuando el gran yogui Khyungpo Naljor
 recorría los lugares secretos de India y
 Nepal en busca de un auténtico maestro iluminado,
 todos los maestros con los que se encontraba le diri­gían
 hacia la gran dakini de sabiduría Niguma, 
consorte del adepto Naropa. 
Se dice que Niguma había alcanzado la más elevada Iluminación, 
y que moraba en el estado de vajradara. 


Cuando el yogui oyó el nombre de la dakini,
 rodaron lágrimas de sus ojos y 
el vello de su cuerpo se estremeció de excitación. 
Cuando preguntó dónde podía encontrarla,
 le dijeron que no era posible hallarla convencionalmente. 
Ella había alcanzado el cuerpo de arco iris, 
así que sólo podían verla aquellas personas dotadas
 de una perspectiva sagrada perfecta. 
Sin embar­go, 
a veces se aparecía en el gran cementerio 
de la arboleda de Sosaling, 
duran­te los banquetes tántricos de las dakinis.

Portando como ofrenda
 las quinientas medidas de oro que había reunido, 
Khyungpo Naljor viajó ansiosamente 
hasta el cementerio de Sosaling el día del ban­quete, 
e inmediatamente tuvo una visión de una dakini marrón oscuro,
 adornada de la manera habitual, 
que danzaba sobre él en el espacio. 

Vestida con ornamen­tos de cementerio,
 se transformó en muchas dakinis 
que bailaban por todas par­tes en el espacio.
 Pensando que debía ser Niguma,
 se postró muchas veces, circunvaló y pidió enseñanzas tántricas. 
La dakini respondió ferozmente,
 poniéndole a prue­ba:

 "Soy una diabla devoradora de carne [shasa khandro]. 
Cuando llegue mi séqui­to, 
correrás un gran peligro. 
Te devorarán. Tienes que huir".


 El yogui, 
sin miedo alguno y respetuosamente, 
pidió de nuevo las enseñanzas, 
y la dakini respondió que sólo podía dar enseñanzas
 si le ofrecía una gran cantidad de oro.
Khyungpo Naljor le ofreció sus quinientas medidas de oro 
y ante su sorpresa, 
la dakini, tras aceptar el oro,
 lo tiró inmediatamente en el bosque. 

Con gran júbi­lo, concluyó,
 "Ella es la mismísima dakini [de sabiduría], 
pues se desprende de tal cantidad de oro sin ningún pesar". 

Comprendía que una dakini mundana hubie­ra tenido apego al oro y, 
como mínimo, se hubiera quedado con algo. 
Y, pronun­ciando la sílaba semilla HRJH,
 la dakini emanó un elaborado mandala y le dio las
transmisiones, raíz y secundaria, 
de los Seis Yogas. 

Más tarde, 
Khyungpo Naljor estudiaría con una sucesión 
de excelentes gurús dakinis, 
y demostraría ser un discípulo digno de 
cada una de ellas.
Probablemente, 
la prueba más famosa de la confianza del yogui aparece en la
 "bio­grafía superior" de Tilopa,
 el gurú humano y fundador del linaje de enseñanzas Kagyu,
 las más famosas de las cuales son
 las de la meditación mahamudra. 

En el texto, 
una anciana mujer aparece en una visión 
ante el niño Tilopa,
 mandándole en busca de las enseñanzas 
del linaje susurrado 
de la inmaculada Reina de las Dakinis.

 La anciana dakini le aconsejó:
 "Tú eres una emanación que posee la profecía y
el com­promiso para estas enseñanzas. 
Si las coges a la fuerza, las obtendrás". 

Era evidente, 
a juzgar por la profecía, 
que todo dependía de la confianza de Tilopa 
en su propia naturaleza iluminada inherente. 
Armado con tres implementos simbólicos, 
Tilopa emprendió viaje para obtener las enseñanzas. 
Con el apoyo de su dakini mentora, su cuerpo era inamovible, 
su palabra inquebrantable, 
y su mente no podía ser redu­cida por el temor. 

Fueron estos tres orgullos vajra, 
más allá de cualquier senti­miento de ego,
 los que le infundieron confianza para lograr las enseñanzas.

Cuando se acercaba al monasterio de la Dakini Reina, 
se encontró con una serie de dakinis mundanas airadas
 que trataban de impedir su progreso,
 diciendo:
 "Somos dakinis devoradoras. 
Comemos carne humana y estamos sedientas de sangre". 


Tras responder,
 "Como ni siquiera muchas dakinis me causan temor,
 ¡ni una punta de mis cabellos ha temblado!", 
entró atrevidamente en el monasterio. 

Unas dakinis amenazadoras trataron de detenerle, 
pero Tilopa solicitó ver a la Reina,
 la dakini de sabiduría del dharmakaya.

 Al acercarse sin la habitual postración de respeto, 
los dakas y dakinis asistentes de la Reina 
expresaron su desaprobación. 
La Reina Dakini dijo entonces:

Él es Chakrasamvara, 
el padre de todos los budas de los tres tiempos. 
Y aunque el cielo le arrojara una granizada de vajras,
 no sería vencido.
Cuando solicitó las enseñanzas del linaje susurrado,
ella siguió poniéndole a prue­ba, 
diciendo que estas enseñanzas 
estaban cerradas bajo llave por los compro­misos,
 las profecías y los siddhas, 
y que él no sería capaz de abrirlas. 
Cuando el yogui proclamó con confianza: 

"¡Yo tengo la llave de la profecía de la dakini!", 

las dakinis dejaron escapar un coro de carcajadas. 

La Reina le retó con un acertijo de dakini, 
y él lo resolvió con seguridad, 
declarando su realización meditativa.
 Impresionada, 
la Dakini Reina concluyó la iniciación,
 proclamando a Tilopa como su consorte, 
como buda Chakrasamvara,
 el gozo supremo y el protector de los seres, 
y le bendijo ofreciéndose a él apasionadamente. 
La dakini le dio las instrucciones orales 
del linaje susurrado y
 le nombró maestro de los tantras. 

Tilopa se convir­tió 
en el primer gurú humano 
del "linaje susurrado", 
que fue mantenido por su línea de sucesores,
 empezando con Naropa.
En cada uno de estos relatos,
 las dakinis estaban poniendo a prueba 
la disposición de los yoguis
 para recibir la instrucción tántrica.


 Convencionalmente, 
el practicante comienza el viaje espiritual idealizando e
idolatrando al gurú y
 las enseñanzas,
 especial­mente cuando se contrastan con uno mismo. 

Pero las enseñanzas vajrayana requie­ren que
 el practicante descubra la confianza fundamental 
en su propia naturaleza ilu­minada.

 Sin esta convicción, todas las iniciaciones y
 bendiciones de todos los budas de los tres tiempos
 no tendrán efecto alguno.
 La práctica sólo confirmará el desdichado
 estado del practicante. 
Pero con la confianza fundamental,
 el practicante real­mente puede recibir las iniciaciones, 
beneficiarse de ellas y ponerlas en práctica.
 La dakini pone a prueba al practicante 
para ver si dicha confianza está presente.[..] 
                                                       * Basado en extractos del libro Judith Simmer-Brown.